Monday 14 December 2015

¿MOSCAS A CAÑONAZOS?

Francia ha elegido a Le Pen. Casi un treinta por ciento se ha decantado en las regionales por la política rubísima del uniforme azul marino. Tengo que decir que, hace algún tiempo, la oí hablar en una charla en la que exponía el por qué de sus ideas y casi logró convencerme con su educación, sus buenos modales y su capacidad para exponer sus argumentos con suavidad y con respeto. Una deferencia a la que faltaba constantemente la periodista que la entrevistaba, pero que esta señora no infringió en ningún momento. Casi logró convencerme.
Hasta que te detienes a pensar en lo que defiende: el control de las fronteras, la ciudadanía por puntos, el proteccionismo y un referendum en el que los franceses puedan elegir entre la cadena perpetua sin posibilidad de anulación y la pena de muerte.
Si queremos acabar con las masacres islámicas, ¿no sería mejor empezar por controlar el tráfico de armas?
En la foto, aporreando el piano. Por supuesto que mi madre no se compró una corneta para hacerme la competencia: se limitó a cerrar con llave la habitación del piano.
Un abrazo desde Palma.







Copyright Luisa Fernández Baladrón

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Saturday 5 December 2015

LAS CHARLAS DE FAMILIA


Hoy ha sido un día especial: he sido la convidada de unos amigos.

A la animada mesa, con manteles y centros, con cocina casera, unas cuantas personas y mis amigos anfitriones, ocurrió algo que ya casi no se lleva: charlamos. Una de esas conversaciones de antes en las que todo el mundo dice exáctamente lo que piensa, incluso si sus opinión no es popular; una plática en la que todos tienen algo que decir y en la que nadie está equivocado. Con respeto, con educación, escuchando y sin atropellarse; con esa deferencia y corrección que también parecen obsoletas y que sirven, justamente, para poder permitirse decir lo que uno piensa siempre y en todo momento, sin pedir disculpas por la propia opinión ni exigir a los demás que cambien la suya. Un anticipo de la Nochebuena.

Me recordó a aquellas épocas en que la casa estaba llena; a las visitas inesperadas que se quedaban toda la tarde; a las charlas con los amigos; a las comidas familiares con sobremesas que se prolongaban hasta la cena.

En cierta comida de familia, hace ya algunos años, alguien comenzó a destapar las maldades de su juventud. Al parecer, unos parientes lejanos veraneaban en cierto balneario del que eran algo así como propietarios. Aprovechando la circunstancia de tener muchos amigos en el pueblo, idearon una broma algo pesada para desquitarse con un bañista arrogante: le hicieron creer que la Reina Isabel II iba a visitar el pueblo y que él había sido elegido por los paisanos para representarlos ante su majestad. Vistieron y peinaron con esmero a una mujer del pueblo vecino a la que le colocaron una corona; prepararon un carruaje y hasta pusieron una alfombra roja e improvisaron un trono. Los lugareños, metidos en su papel, salieron a la calle para recibir a su gobernante, ataviados con sus mejores galas y aplaudiendo al paso del carro. El encopetado veraneante preparó un pequeño discurso y hasta besó la mano de la supuesta majestad, a la que recibió con flores y acompañó hasta el presunto trono. Piénsese que, por aquél entonces, no había internet ni televisión y sólo unos pocos leían el periódico.

Los preparativos duraron varios días y la broma toda una tarde. Al día siguiente, cuando abrieron las puertas del balneario, el turista se había marchado.

- Pues fíjate que nunca más volvimos a saber de él – Dijo la narradora con aire de desconcierto.- Debió sentarle mal.

Hoy, en una sociedad ciento once años más experta, donde cada cual tiene su Iphone y ya nadie se aprende un verso de memoria, historias como ésta pueden parecer irreales. Y lo cierto es que, hace poco más de un siglo, sólo unos cuantos conocían el aspecto de los gobernantes y las noticias se transmitían, sobre todo, por esa radio a la que llamamos Macuto.

La sociedad ha cambiado, pero conversar sin WiFi sigue siendo cautivante.

En la foto mi abuela Luisa y mis tatarabuelos: Leandro y Cándida.











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Friday 18 September 2015

EL SENTIDO DE PERTENENCIA




Hoy me he encontrado a un conocido que acaba de reintegrarse en la vida laboral. Su historia me ha recordado a la historia de Texas Tom, el vaquero que no podía montar a caballo. Ahora toca hacer caso a Joaquin Prat y ponerse a jugar. 

He dibujado la historia de Texas Tom. Para mi amigo y para todos los que estén buscando empezar a “jugar”.








 
 
 
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Thursday 4 June 2015

LAS HERMANITAS DE LOS POBRES

Me crié con una madre prodigiosa que nos enseñó que en casa había de todo. Siendo muy pequeños, incluso llegó a convencernos de que una planta seca que había en la cocina daba caramelos cuando cerrábamos los ojos. Así que nunca tuve otra sensación que la de tener mucho más de lo que necesitaba.

Los tiempos han cambiado y los niños exigen Ipods en lugar de jugar a la pelota. Allá por el 2009, cenando con unos amigos, dos de ellos comentaron que pertenecer a la clase media en España exigía entre tres y cuatro mil euros al mes. Por primera vez oía una barrera en cifras entre dos clases sociales teniendo la sensación de que la media estaba demasiado alta. Pero lo que definitivamente me ha ido poniendo en mi lugar han sido las súplicas de los pobres. Unas peticiones que, de un tiempo a esta parte, llevan cifras concretas. Se acabó el simple “dame algo”: ahora el pobre se te acerca y te pide cinco euros para una habitación o veinte euros para una medicina.

Hoy por la mañana he ido al supermercado. A ambos lados de la entrada había sendas religiosas, ataviadas con su hábito gris. Una de ellas me dio un papelito mientras me pedía que colaborase con ellas.

“Campaña de alimentos. Agradecemos su generosa aportación en costilleja, lomo o carne variada, pescado congelado, jamón york, aceite de oliva, café en grano natural”.

Un rápido vistazo al papel fue suficiente para percibir la falta de pertenencia. Carne variada, aceite de oliva. Y la carne, ¿de solomillo? ¿y champignones y una copita de Rioja? Todo esto me recuerda a un programa de Anton Reixa, en el que un africano delgaducho, vestido de gallego, reivindicaba el derecho fundamental de todo ser humano a comer marisco una vez al año. 

Cada vez admiro más a mi santa madre, que fue capaz de convencernos del poder de sus lentejas, de sus fabadas y sus guisos. 





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Sunday 31 May 2015

EL PENSAMIENTO PSEUDOCIENTÍFICO


La semana pasada, un conocido comentó ante un tercero que le iban a quitar el cabestrillo.

-          Pues, prepárate! – Advirtió este último – A mi padre le inmovilizaron una vez el brazo igual que a tí. Cuando le quitaron la escayola, el brazo se le había injertado en el cuerpo y tuvieron que utilizar bisturí para separárselo del tronco.

Semejante capacidad reproductiva me recordó a la historia de “dedos verdes”: un relato terrorífico de mi amiga Bettina Estévez, en el que un dedo cortado y enterrado en el jardín era capaz de generar una mano. O al mítico centáuro de las montañas de Tesalia: mitad hombre, mitad caballo.

Qué práctico sería poder modificar el cuerpo a golpe de injerto! Dormirse con los tacones puestos y despertarse medio metro más alta; acercarse una foto a la cara y convertirse en modelo de Vichy; sentarse sobre el motor de un Ferrari y correr a doscientos cincuenta por hora; ponerse lentillas dobles y convertirse en un hombre-microscopio; pararse sobre un muelle y... chuing! Pero aun hay algo que sería muchísimo mejor que todo ésto: aprender al instante, con el sólo roce del libro con la piel. Sería realmente práctico para una generación que se ha acostumbrado a la ley del mínimo esfuerzo.

Allá por los años ochenta una amiga me dejó un artículo con una idea revolucionaria: el aprendizaje por el contacto con la dermis. El autor sostenía que la forma más efectiva de instruirse consistía en leer un tema con verdadera atención... y echarse a dormir boca arriba, con el libro apoyado sobre la frente. Mi amiga y yo, decididas a probar la eficacia del método, nos acostamos a media tarde, después de dar una buena ojeada al tema de biología: “el sistema muscular”. De la lección de aquella tarde aun me acuerdo ahora.

Eso sí, tanto mi amiga como yo tuvimos que estudiar el capítulo por el método tradicional del “empollón” al levantarnos de la siesta. Y es que, por muchas leyendas que nos cuenten, los injertos, de momento, para los manzanos.



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Mi nuevo Ferrari: una Dahon con siete marchas.











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Monday 25 May 2015

ENTRE LOS V.I.P.


Pues, aquí me ves. Mientras ayer millones de españoles decidían si estaban más a favor de la Espe o de la Manuela, yo viajaba a la tierra de los pazos y las leiras. Hacía ya más de tres años que no venía a ver a la familia. Y, quizá por haber estado dispuesta a pasarme un montón de horas perdidas en el aeropuerto de Barajas, esperando el enlace hacia Vigo, el destino decidió regalarme un “up-grade”.
 
Mira que llevo años volando de un lugar a otro y nunca me había ocurrido algo similar.
 
 
Un conocido cuyo trabajo obligaba a viajar mucho al extranjero solía volver siempre en primera clase. Ante la atónita expresión de su esposa, él siempre comentaba que le habían regalado un “up-grade” por hablar en inglés. “Es que, cuando sabes comunicarte, te tratan de otra manera”. Durante casi treinta años había venido dudando de la explicación de nuestro amigo. Y entonces, cuando ya todo el mundo había dado mi fe por perdida, Air Europa decide devolverme al terreno de los creyentes agasajándome con la frase mágica.
 
- Al llegar a Madrid puede entrar en la sala V.I.P. Tiene prioridad en el embarque.”
 
Pling, pling – saltó el corazón con alegría interior. De repente me noté más alta, más delgada, joven e incluso apuesta, volando por los pasillos del Son Sant Joan, y diciendo muchos más “gracias” y “por favor” de los que había dicho nunca. Claro que aquello de ir a meterme a la sala V.I.P. me parecía un auténtico rollo, teniendo que salir del recinto normal y volviendo a entrar por otro lado y qué se yo qué cosas. En realidad, ni siquiera me acerqué a la sala y preferí comprarme un par de periódicos y un bocadillo de pan cristal con no-sé-cuantas cosas dentro. Lo que, de verdad, de verdad, deseaba con impaciencia, era el momento triunfal de poder pasar por el lado del cartelito que reza “sky priority”, de entrar antes que el resto con expresión de “ahí os dejo”. El momento de gloria en que se reconoce tu condición de perteneciente a una élite.
Me concentré en la lectura de las noticias, intentando mantener la compostura. Y, de repente, llegó el momento del embarque. Todavía no habían terminado la frase, cuando se personó ante el mostrador un joven embutido en unos pantalones de cuero, con cazadora negra, gafas oscuras, patillas y pelo pincho. Completaban la indumentaria del caballero una corbata a juego con la cazadora y un maletín marrón de estilo yuppi-yei.
 
- ¿Adunde entran loh de bihneee?
Horror de los horrores. Fue ahí cuando, al mirar a mi alrededor para reconocer a los otros de mi “casta”, comprobé que la mayoría de los pasajeros que viajaban en mi clase hablaban en “lo cualo” (Ya sabes, como el señor que cuenta en la entrevista de trabajo “esa universidas etudiemus yo y mi hermano; mi hermana chinencambio etudió en una públicas”). Evidentemente, yo no había sido la única agraciada con el regalito del up-grade.
Eso sí, a los grandes nos ofrecieron un piscolabis a la entrada. A elegir entre agua y zumo de naranja.
Un abrazo a todos y uno especial para mi bici, allí en dónde esté.
 
 
 
 





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Saturday 2 May 2015

LA CLASE MEDIA

Un amigo se reunió, después de mucho tiempo, con algunos compañeros. Intentando resolver los problemas del mundo alrededor de una clara, el grupo comenzó a hablar de las futuras elecciones. Hace ya dos años que el colega decidió no volver a leer los periódicos. Así que, desde su asiento, contemplaba la conversación como si fuese un partido de ping-pong.

Que si la corrupción, que si la economía. Alguno llegó a decir que la clase media ha estado costeando a la alta y a la baja. Comoquiera que nuestro compañero no intervenía, otro colega le preguntó si ésto ocurría también en otros países.

Nuestro amigo me comentó más tarde que la situación viene a ser bastante similar en todas partes. Está convencido de que los políticos no resuelven nada en ningún lado porque no son ellos los que gobiernan. Opina que, quien de verdad manda, controla y dispone es ese uno por ciento de población que detenta el 99% de los recursos mundiales. Un uno por ciento casi anónimo que, a diferencia de Belén Esteban, no sale cada día en la tele ni nos castiga con los nefastos resultados de sus numerosas operaciones de cirugía estética. Es el gobierno de esa minoría el que hace que la situación continúe siendo la misma, sea cual sea el color del gobierno “en el poder”.

¿Clase media que financia? – comentaba el compañero – Pero, ¿qué es clase media? ¿Son clase media los mileuristas? ¿Es lo mismo pertenecer a la clase media que ganar lo que gana la media? Y ¿quiénes son los pobres? ¿De verdad crées que los pobres son esos que se sientan a pedir a la puerta del Mercadona? ¿Esas señoras del pañuelo y el acento de algún país del este a las que “descargan” en las Avenidas cada día con una furgoneta?

Vivimos adormecidos por la ocupación y acunados por la televisión y el ordenador. Si Carliños Marx levantase la cabeza probablemente diría que el Twitter es el opio del pueblo. Por todas partes hay narguiles que nos distraen de la aflicción.

Mi amigo está convencido de que los problemas actuales sólo se resolverían con una revolución... aunque él mismo confiesa que eso de las revoluciones le da demasiada pereza y que, cuando llega a casa después de un día de trabajo, la única revolución que le apetece hacer es la que monta en la cocina para imitar a Carlos Arguiñano.

Qué le vamos a hacer! La rebeldía solía ser cosa de adolescentes y los de ahora ya no se rebelan. Salvo cuando se les quita el Whatsapp.







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Tuesday 7 April 2015

A DOS METROS

Se despertó sobresaltado.  Las puertas de la habitación abiertas, la luz de la farola entrando de lleno en el salón sin cortinas. Qué raro es este sitio: geométrico y blanco. Caminó la intranquilidad hasta la cocina. Las tres en punto. Unos pocos meses atrás, vivir solo había sido una liberación. Había tantos planes para invitar a los amigos; reuniones diarias en el piso recién estrenado, detallando historias fantásticas, volviendo a los años de la Universidad, cuando se juntaban en la casa de la aldea al resplandor de las velas para narrar relatos de miedo. Cuánta alegría con aquellas primeras dos tazas y aquél paquete de té verde. Qué satisfacción al comprar el horno y al cocinar los calabacines.

Pero luego vino el invierno. Y con él aquella misteriosa enfermedad que lo obligó a permanecer en casa sin recibir a nadie. Y el dolor, aquél dolor agudo que intentaba adormecer con todo el calor que podía soportar. Una mañana se levantó curado, sin dolor, simplemente agradecido de volver a encontrarse bien. Y empezó a llamar a sus amigos, a sus familiares. No existe ningún teléfono con este número. No existe ningún teléfono con este número.
                                           
La calle era tranquila. Todo el pasaje. Y la travesía de al lado, incluso la avenida. Caminó hasta el centro comercial. Abierto veinticuatro horas, también en domingo. Todos aquellos turistas, todos aquellos idiomas. Entró en la librería y leyó una novela entera sin poder captar la atención del dependiente. Revisó las novedades. Subió a la planta de electrodomésticos y probó los móviles, los ordenadores, las impresoras. Vio su programa favorito en una enorme pantalla de cien pulgadas, rodeado de fondos con el mismo programa; sumergido en el universo cibernético, casi protagonista, rodeado de gente ajena. Debieron pasar horas antes de volver a casa.

Y entonces vio pasar a aquella joven, a aquella compañera del gimnasio. Qué había sido de ella. Tanto tiempo sin verla. Estaba distinta, excesivamente delgada y con la expresión lejana. La saludó, casi la tocó con la mano. Pero ella no pareció haberlo visto. Siguió de frente, aprisa, muy aprisa.

Subió las escaleras de su finca y se sentó a la mesa con sus pinturas y sus folios. Y dibujó, dibujó durante horas, hasta que volvió a hacerse de día y, otra vez, de noche. Dónde están todos. Qué ha pasado con los amigos. Miró al cuadro del vaso a medio terminar y se arropó en la manta para descansar un poco. Qué extraño es este sitio. Con esas cajas blancas alrededor. Tan lineal y tan simétrico. Había algo indescifrable en estas dimensiones tan exactas, tan precisas que podrían hacerse coincidir las puntas si se doblase por la mitad. Se durmió antes de desentrañar el entresijo.

Volvió en sí con la claridad del fanal, antes de que fuese de día. Y preparó la casa para las primeras visitas. Casi no recordaba nada del día anterior, de los años precedentes. Su pasado comenzaba a desvanecerse entre las proporciones de aquellos muros. Decidió poner al día su agenda. Se pasó horas escribiendo tarjetas, enviando mensajes y llamando a números de teléfono. Borrando y limpiando hasta elaborar una lista clara, reducida, de todos sus contactos.  Se metió en la trama cibérnetica para averiguar el paradero de los desaparecidos. A dónde han ido todos éstos. Qué habrá sido de ellos.

Salió de nuevo a la calle. Otro día y otra hora, pero igualmente apacible. Toda esa gente sin ruido; las tiendas sin música. Y, al doblar la esquina, volvió a ver a la joven que solía encontrarse en el pabellón, cuando practicaba spinning. Delgaducha y enjuta de rostro, con un insólito andar automático que tambaleaba su delgadez de un lado a otro; retirando insistentemente hacia atrás el pelo fino, vaporoso, casi quimérico. Daba pena verla. La saludó, a gritos, pero ella corrió calle abajo, mezclándose entre la silenciosa multitud. 

Volvió a casa, algo preocupado. Pero su desvelo se disipó con un buen plato de lentejas. Y preparó sus lecciones para el día siguiente.

A media noche volvió a despertarse. Revisó los tabiques, intentando recordar su propio pasado, cada vez más distante. Recordó a la compañera del gimnasio, flaca y presurosa. Y decidió consultar su nombre en internet.

“Laura Muñoz Estévez – 1970-2010. R.I.P. Tu familia y amigos te recuerdan y ruegan una oración por tu alma.”
                                                                                                 

Dos metros más arriba, varios amigos cuentan su última historia para rememorar al compañero fallecido. No queríamos meter tus cenizas en un nicho, así que hemos construido un mausoleo para poder rodearte de tus cuadros y tus libros.

Hoy no es jueves, pero le he cogido gusto al “throw back”. Santiago de Compostela,  1995, en la jura del Colegio de Abogados.





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Tuesday 24 March 2015

"EL COLOR DE MALLORCA" - PM-133-2015

Hoy he inscrito mi libro en el Registro. "El Color de Mallorca".


 
 


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Monday 23 March 2015

EL COLOR DE MALLORCA

Un amigo encargó a un ebanista un trabajo para su casa: una librería adosada a la pared, bien rematada con coquetos asientos con los que poder contemplar la calle desde una galería. Para hacer esta tarea, el compañero no escatimó en el presupuesto. Contrató los servicios de un refinado artesano que cortase los anaqueles. A las explicaciones y mediciones de rigor siguió un generoso cálculo de honorarios, que fueron inmediatamente aceptados y parcialmente adelantados por el compañero.
El mueblista solicitó a nuestro hombre si podía preparar el grueso del trabajo en su propio domicilio e instalarlo después en el lugar correspondiente. Razonaba el ebanista que su residencia estaba mucho más equipada en máquinas que la del cliente y, además, se evitarían un buen número de ruidos y residuos molestos. El cliente aceptó encantado en cuanto oyó el razonamiento.
Días más tarde vino la instalación de las repisas. El interesado contempló con afán el montaje de tablas y más tablas. De repente llegó la conclusión.
“Ya está” – le oyó decir al ebanista – “¿Qué le parece?”
Horrorizado, mi amigo contempló un espectáculo mucho más parecido a un nicho que a una vitrina. A los cajones rectos y sin gracia los adornaba una falta total de ajuste a la pared. Ni cristal, ni puerta, ni pestillo. Para coronar la obra maestra, el artesano regaló a nuestro amigo un pequeño marco de color negro con una foto de crisantemos que depositó, justamente, sobre la parte más baja de la biblioteca.
- “El crisantemo es el color de Mallorca” – sentenció el artesano.
Mi amigo, que es muy buen hombre pero algo inseguro, no se atrevió a decirle al maestro lo que pensaba. En su lugar, se pasó por la casa de un tercero, al que llamaremos Mario, para pedirle que se acercara a darle su opinión.
Mario dejó todo a un lado para ir a ver la obra cuanto antes. Resta decir cuál era su verdadera opinión sobre aquél engendro. Pero el buenazo de Mario no quiso apenar a nuestro hombre. Así que se limitó a decirle que le parecía diferente. Algo más reconfortado, el cliente envió al mueblero la transferencia del resto de la deuda.
Por la tarde llegó a casa su mujer. Y, por supuesto, la esposa no escatimó en adjetivos que dejasen clara su opinión sobre la obra maestra.  Indignado, mi amigo corrió a casa de Mario para contarle la reacción de su mujer. Y allí se encontró al ebanista, que acababa de instalar en casa de su amigo una vitrina idéntica a la que él había encargado.
Cuando tengas alguna duda, pregúntale a tu opinión, no a la de tu vecino.







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Monday 16 March 2015

LOS CENTÍMETROS QUE TE FALTAN

Una amiga que conocí en Frankfurt me contó que a los nueve años fue a recoger maíz con los niños de su clase, poco antes de empezar el curso escolar. Para poder trabajar, los niños necesitaban una autorización: un cartón que reconocía su aptitud para ayudar en el campo. Todos hicieron cola delante de la finca y fueron pasando uno a uno. Pero, cuando le llegó el turno a ella, el dueño de la finca la rechazó. Al parecer, era demasiado baja para poder llegar a las plantas.

Se fue a casa llorando a su casa y esa noche no pudo dormir. Pero su intranquilidad le hizo cavilar. Al día siguiente volvió a la hacienda con las botas medio llenas de papeles.

-          El hombre me miró con una cara! Había crecido de un día para otro.

El trabajo, claro, vino después. Y para hacerlo tuvo que quitarse las alzas de papel. “Fue duro. Tenía que doblar el tallo ligeramente, con cuidado de no romperlo”.

Sea como fuere, cobró su dinero.

Yo también he tenido que ponerme hoy los zancos. Hay jornadas que desbordan. Mañana será otro día.






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Thursday 12 March 2015

EL AROMA DE LA VICTORIA

Tengo una amiga que trabaja en régimen de sustitución como profesora de inglés de eso que llaman ahora la E.ducación S.ecundaria O.bligatoria. Cada día me cuenta una historia diferente sobre sus discípulos quinceañeros. Mi amiga, castellana y sencilla como la meseta, no se corta un pelo en propinar golpes de izquierda, como diría un paisano.

Hace dos días, los colegiales decidieron recibirla con el aroma exquisito de la victoria. Para ello adquirieron unas cuantas bombas fétidas en un todo a cien. En cuanto la maestra entró en el aula notó el tufo de la broma pesada.

La castellana decidió dar a los muchachos una lección mucho mejor que las de Thomson & Martinet. Señalando a las ventanas, ordeno que se cerrasen todas inmediatamente y que se bajasen asimismo las persianas. Los alumnos, sorprendidos por la reacción de la docente, comentaban lo mal que olía aquello.

-          Sí – contestó – yo también tengo pituitaria.

La educadora llamó al bedel, a quien pidió que cerrase con llave la puerta de la clase. Dicho y hecho. El ujier cerro la puerta, no sin antes haber permitido a nuestra insigne profesora abandonar la sala de clase. Apoyada en la puerta del aula desde el lado externo, escuchó divertida las náuseas de sus alumnos. Y disfrutó con alegría de un aroma de victoria muy distinto al que habían planeado los estudiantes.

Quince minutos y cientos de carcajadas más tarde, la profesora pidió al bedel que abriese la puerta... y se llevó a los alumnos a una improvisada clase en el patio.

Algo me dice que los chicos no volverán a jugar con las fragancias.

Añado mi foto para el “throw back Thursday”. Madrid, octubre 2000.








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