Hace años tuve una profesora que solía prescindir de lo enredado. En cuanto
algo se complicaba, nos remitía a un futuro más o menos próximo: “Isto xa o veremos no capítulo vinte”.
Cuando llegaba el momento previsto, nos remitía a su anterior disertación: “Isto xa o viramos no capítulo nove”.
El mundo está lleno de maestros del “ya-lo-vimos”.
Tengo un amigo mecánico que trabaja a domicilio y cobra en el momento. Trabajo
realizado, trabajo pagado. Desde finales de diciembre pasa los lunes por la
tarde en cierta casa adinerada en la que siempre sobran cosas que hacer. Un
buen lunes, la secretaria de la familia le comunicó que el administrador había
olvidado sacar el dinero de la caja. Fue así como el compañero, por primera vez
desde diciembre, volvió a su casa acompañado de la promesa de cobrar a la semana
siguiente.
Siete días más tarde el operario llegó a su lugar de trabajo dispuesto a
cobrar dos jornales juntos. Fue entonces cuando el administrador le notificó
que ese día no cobraría su jornal, ya que la semana anterior “le habían pagado dos tardes de trabajo”.
Nuestro amigo precisó que no sólo no había cobrado dos jornales la semana
previa sino que, en realidad, no había cobrado nada. Tras un breve, aunque
intenso intercambio de palabras, la administración prometió al técnico que
recibiría tres jornales juntos a la semana siguiente.
Una semana más tarde la acumulación de tareas forzó al apoderado a
solicitar los servicios del trabajador por la mañana y por la tarde. Nuestro
amigo se frotó las manos, creyendo que cobraría cuatro jornales juntos. Pero he
aquí que, para su sorpresa, al final del día el contable puso en sus manos el
jornal tasado de un lunes normal y sin atrasos.
-
¿Cómo
así? – dijo el mecánico – Aquí faltan otros tres jornales.
El contador le explicó entonces que, en realidad, dos semanas atrás le
habían pagado ya la diferencia, puesto que ya le habían adelantado la cantidad.
De nada le sirvieron sus quejas y lamentos, ya que el contador no tenía acceso
al dinero. “Sólo el administrador puede acceder a la caja”.
Disgustado, se puso en contacto con los propietarios de la finca, quienes
prometieron pagar a la semana siguiente todos los atrasos. Desgraciadamente, ni
protestas, ni lamentos ni amenazas han podido evitar que este lunes recibiese,
nuevamente, un jornal huérfano.
Mi amigo ha decidido olvidarse de volver a prestar sus servicios a la
familia... y del lugar en el que se encuentran las llaves de su Masserati. “Esa información ya la había dado el lunes
por la mañana”.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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