Sunday 31 May 2015

EL PENSAMIENTO PSEUDOCIENTÍFICO


La semana pasada, un conocido comentó ante un tercero que le iban a quitar el cabestrillo.

-          Pues, prepárate! – Advirtió este último – A mi padre le inmovilizaron una vez el brazo igual que a tí. Cuando le quitaron la escayola, el brazo se le había injertado en el cuerpo y tuvieron que utilizar bisturí para separárselo del tronco.

Semejante capacidad reproductiva me recordó a la historia de “dedos verdes”: un relato terrorífico de mi amiga Bettina Estévez, en el que un dedo cortado y enterrado en el jardín era capaz de generar una mano. O al mítico centáuro de las montañas de Tesalia: mitad hombre, mitad caballo.

Qué práctico sería poder modificar el cuerpo a golpe de injerto! Dormirse con los tacones puestos y despertarse medio metro más alta; acercarse una foto a la cara y convertirse en modelo de Vichy; sentarse sobre el motor de un Ferrari y correr a doscientos cincuenta por hora; ponerse lentillas dobles y convertirse en un hombre-microscopio; pararse sobre un muelle y... chuing! Pero aun hay algo que sería muchísimo mejor que todo ésto: aprender al instante, con el sólo roce del libro con la piel. Sería realmente práctico para una generación que se ha acostumbrado a la ley del mínimo esfuerzo.

Allá por los años ochenta una amiga me dejó un artículo con una idea revolucionaria: el aprendizaje por el contacto con la dermis. El autor sostenía que la forma más efectiva de instruirse consistía en leer un tema con verdadera atención... y echarse a dormir boca arriba, con el libro apoyado sobre la frente. Mi amiga y yo, decididas a probar la eficacia del método, nos acostamos a media tarde, después de dar una buena ojeada al tema de biología: “el sistema muscular”. De la lección de aquella tarde aun me acuerdo ahora.

Eso sí, tanto mi amiga como yo tuvimos que estudiar el capítulo por el método tradicional del “empollón” al levantarnos de la siesta. Y es que, por muchas leyendas que nos cuenten, los injertos, de momento, para los manzanos.



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Mi nuevo Ferrari: una Dahon con siete marchas.











Copyright Luisa Fernández Baladrón

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Monday 25 May 2015

ENTRE LOS V.I.P.


Pues, aquí me ves. Mientras ayer millones de españoles decidían si estaban más a favor de la Espe o de la Manuela, yo viajaba a la tierra de los pazos y las leiras. Hacía ya más de tres años que no venía a ver a la familia. Y, quizá por haber estado dispuesta a pasarme un montón de horas perdidas en el aeropuerto de Barajas, esperando el enlace hacia Vigo, el destino decidió regalarme un “up-grade”.
 
Mira que llevo años volando de un lugar a otro y nunca me había ocurrido algo similar.
 
 
Un conocido cuyo trabajo obligaba a viajar mucho al extranjero solía volver siempre en primera clase. Ante la atónita expresión de su esposa, él siempre comentaba que le habían regalado un “up-grade” por hablar en inglés. “Es que, cuando sabes comunicarte, te tratan de otra manera”. Durante casi treinta años había venido dudando de la explicación de nuestro amigo. Y entonces, cuando ya todo el mundo había dado mi fe por perdida, Air Europa decide devolverme al terreno de los creyentes agasajándome con la frase mágica.
 
- Al llegar a Madrid puede entrar en la sala V.I.P. Tiene prioridad en el embarque.”
 
Pling, pling – saltó el corazón con alegría interior. De repente me noté más alta, más delgada, joven e incluso apuesta, volando por los pasillos del Son Sant Joan, y diciendo muchos más “gracias” y “por favor” de los que había dicho nunca. Claro que aquello de ir a meterme a la sala V.I.P. me parecía un auténtico rollo, teniendo que salir del recinto normal y volviendo a entrar por otro lado y qué se yo qué cosas. En realidad, ni siquiera me acerqué a la sala y preferí comprarme un par de periódicos y un bocadillo de pan cristal con no-sé-cuantas cosas dentro. Lo que, de verdad, de verdad, deseaba con impaciencia, era el momento triunfal de poder pasar por el lado del cartelito que reza “sky priority”, de entrar antes que el resto con expresión de “ahí os dejo”. El momento de gloria en que se reconoce tu condición de perteneciente a una élite.
Me concentré en la lectura de las noticias, intentando mantener la compostura. Y, de repente, llegó el momento del embarque. Todavía no habían terminado la frase, cuando se personó ante el mostrador un joven embutido en unos pantalones de cuero, con cazadora negra, gafas oscuras, patillas y pelo pincho. Completaban la indumentaria del caballero una corbata a juego con la cazadora y un maletín marrón de estilo yuppi-yei.
 
- ¿Adunde entran loh de bihneee?
Horror de los horrores. Fue ahí cuando, al mirar a mi alrededor para reconocer a los otros de mi “casta”, comprobé que la mayoría de los pasajeros que viajaban en mi clase hablaban en “lo cualo” (Ya sabes, como el señor que cuenta en la entrevista de trabajo “esa universidas etudiemus yo y mi hermano; mi hermana chinencambio etudió en una públicas”). Evidentemente, yo no había sido la única agraciada con el regalito del up-grade.
Eso sí, a los grandes nos ofrecieron un piscolabis a la entrada. A elegir entre agua y zumo de naranja.
Un abrazo a todos y uno especial para mi bici, allí en dónde esté.
 
 
 
 





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Saturday 2 May 2015

LA CLASE MEDIA

Un amigo se reunió, después de mucho tiempo, con algunos compañeros. Intentando resolver los problemas del mundo alrededor de una clara, el grupo comenzó a hablar de las futuras elecciones. Hace ya dos años que el colega decidió no volver a leer los periódicos. Así que, desde su asiento, contemplaba la conversación como si fuese un partido de ping-pong.

Que si la corrupción, que si la economía. Alguno llegó a decir que la clase media ha estado costeando a la alta y a la baja. Comoquiera que nuestro compañero no intervenía, otro colega le preguntó si ésto ocurría también en otros países.

Nuestro amigo me comentó más tarde que la situación viene a ser bastante similar en todas partes. Está convencido de que los políticos no resuelven nada en ningún lado porque no son ellos los que gobiernan. Opina que, quien de verdad manda, controla y dispone es ese uno por ciento de población que detenta el 99% de los recursos mundiales. Un uno por ciento casi anónimo que, a diferencia de Belén Esteban, no sale cada día en la tele ni nos castiga con los nefastos resultados de sus numerosas operaciones de cirugía estética. Es el gobierno de esa minoría el que hace que la situación continúe siendo la misma, sea cual sea el color del gobierno “en el poder”.

¿Clase media que financia? – comentaba el compañero – Pero, ¿qué es clase media? ¿Son clase media los mileuristas? ¿Es lo mismo pertenecer a la clase media que ganar lo que gana la media? Y ¿quiénes son los pobres? ¿De verdad crées que los pobres son esos que se sientan a pedir a la puerta del Mercadona? ¿Esas señoras del pañuelo y el acento de algún país del este a las que “descargan” en las Avenidas cada día con una furgoneta?

Vivimos adormecidos por la ocupación y acunados por la televisión y el ordenador. Si Carliños Marx levantase la cabeza probablemente diría que el Twitter es el opio del pueblo. Por todas partes hay narguiles que nos distraen de la aflicción.

Mi amigo está convencido de que los problemas actuales sólo se resolverían con una revolución... aunque él mismo confiesa que eso de las revoluciones le da demasiada pereza y que, cuando llega a casa después de un día de trabajo, la única revolución que le apetece hacer es la que monta en la cocina para imitar a Carlos Arguiñano.

Qué le vamos a hacer! La rebeldía solía ser cosa de adolescentes y los de ahora ya no se rebelan. Salvo cuando se les quita el Whatsapp.







Copyright Luisa Fernández Baladrón
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