Eso
sí, en verano llegaba tía Laura y, con ella, el té, las rosquillas de café con
leche y los caramelos de La Violeta. Se preparaba una taza enorme y nos daba un
poquito a cada uno, sirviéndolo en nuestras tazas desde la suya. Aun en pijama, nos subíamos a una banqueta para
alcanzar un pocillo transparente. Y salíamos disimuladamente con el té en la
mano.
Hoy ha sido un día lluvioso; de esos fríos y molestos tan típicos del
norte. Al ver el chaparrón he preferido el metro a la bicicleta para poder
llevar un paraguas. Aun así, cuando volví a casa caía la lluvia a través de mis
tacones. Y es entonces cuando, con esa sensación de cuerpo entumecido por el
frío, vino la ducha caliente, la toalla grande y el pantalón de franela, la
mantita, el cuello enfundado en un chal y el olor de la colonia.
Cogí la taza con las dos manos, caldeando la cara con el olor a frambuesa.
Y me senté en mi silla favorita, escuchando a RY X y disfrutando, una vez más,
de la tregua de la casa. Que entre el martes a golpe de brebaje.
Un abrazo desde Palma.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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