Monday 25 May 2015

ENTRE LOS V.I.P.


Pues, aquí me ves. Mientras ayer millones de españoles decidían si estaban más a favor de la Espe o de la Manuela, yo viajaba a la tierra de los pazos y las leiras. Hacía ya más de tres años que no venía a ver a la familia. Y, quizá por haber estado dispuesta a pasarme un montón de horas perdidas en el aeropuerto de Barajas, esperando el enlace hacia Vigo, el destino decidió regalarme un “up-grade”.
 
Mira que llevo años volando de un lugar a otro y nunca me había ocurrido algo similar.
 
 
Un conocido cuyo trabajo obligaba a viajar mucho al extranjero solía volver siempre en primera clase. Ante la atónita expresión de su esposa, él siempre comentaba que le habían regalado un “up-grade” por hablar en inglés. “Es que, cuando sabes comunicarte, te tratan de otra manera”. Durante casi treinta años había venido dudando de la explicación de nuestro amigo. Y entonces, cuando ya todo el mundo había dado mi fe por perdida, Air Europa decide devolverme al terreno de los creyentes agasajándome con la frase mágica.
 
- Al llegar a Madrid puede entrar en la sala V.I.P. Tiene prioridad en el embarque.”
 
Pling, pling – saltó el corazón con alegría interior. De repente me noté más alta, más delgada, joven e incluso apuesta, volando por los pasillos del Son Sant Joan, y diciendo muchos más “gracias” y “por favor” de los que había dicho nunca. Claro que aquello de ir a meterme a la sala V.I.P. me parecía un auténtico rollo, teniendo que salir del recinto normal y volviendo a entrar por otro lado y qué se yo qué cosas. En realidad, ni siquiera me acerqué a la sala y preferí comprarme un par de periódicos y un bocadillo de pan cristal con no-sé-cuantas cosas dentro. Lo que, de verdad, de verdad, deseaba con impaciencia, era el momento triunfal de poder pasar por el lado del cartelito que reza “sky priority”, de entrar antes que el resto con expresión de “ahí os dejo”. El momento de gloria en que se reconoce tu condición de perteneciente a una élite.
Me concentré en la lectura de las noticias, intentando mantener la compostura. Y, de repente, llegó el momento del embarque. Todavía no habían terminado la frase, cuando se personó ante el mostrador un joven embutido en unos pantalones de cuero, con cazadora negra, gafas oscuras, patillas y pelo pincho. Completaban la indumentaria del caballero una corbata a juego con la cazadora y un maletín marrón de estilo yuppi-yei.
 
- ¿Adunde entran loh de bihneee?
Horror de los horrores. Fue ahí cuando, al mirar a mi alrededor para reconocer a los otros de mi “casta”, comprobé que la mayoría de los pasajeros que viajaban en mi clase hablaban en “lo cualo” (Ya sabes, como el señor que cuenta en la entrevista de trabajo “esa universidas etudiemus yo y mi hermano; mi hermana chinencambio etudió en una públicas”). Evidentemente, yo no había sido la única agraciada con el regalito del up-grade.
Eso sí, a los grandes nos ofrecieron un piscolabis a la entrada. A elegir entre agua y zumo de naranja.
Un abrazo a todos y uno especial para mi bici, allí en dónde esté.
 
 
 
 





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Copyright Luisa Fernández Baladrón

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