Saturday 2 May 2015

LA CLASE MEDIA

Un amigo se reunió, después de mucho tiempo, con algunos compañeros. Intentando resolver los problemas del mundo alrededor de una clara, el grupo comenzó a hablar de las futuras elecciones. Hace ya dos años que el colega decidió no volver a leer los periódicos. Así que, desde su asiento, contemplaba la conversación como si fuese un partido de ping-pong.

Que si la corrupción, que si la economía. Alguno llegó a decir que la clase media ha estado costeando a la alta y a la baja. Comoquiera que nuestro compañero no intervenía, otro colega le preguntó si ésto ocurría también en otros países.

Nuestro amigo me comentó más tarde que la situación viene a ser bastante similar en todas partes. Está convencido de que los políticos no resuelven nada en ningún lado porque no son ellos los que gobiernan. Opina que, quien de verdad manda, controla y dispone es ese uno por ciento de población que detenta el 99% de los recursos mundiales. Un uno por ciento casi anónimo que, a diferencia de Belén Esteban, no sale cada día en la tele ni nos castiga con los nefastos resultados de sus numerosas operaciones de cirugía estética. Es el gobierno de esa minoría el que hace que la situación continúe siendo la misma, sea cual sea el color del gobierno “en el poder”.

¿Clase media que financia? – comentaba el compañero – Pero, ¿qué es clase media? ¿Son clase media los mileuristas? ¿Es lo mismo pertenecer a la clase media que ganar lo que gana la media? Y ¿quiénes son los pobres? ¿De verdad crées que los pobres son esos que se sientan a pedir a la puerta del Mercadona? ¿Esas señoras del pañuelo y el acento de algún país del este a las que “descargan” en las Avenidas cada día con una furgoneta?

Vivimos adormecidos por la ocupación y acunados por la televisión y el ordenador. Si Carliños Marx levantase la cabeza probablemente diría que el Twitter es el opio del pueblo. Por todas partes hay narguiles que nos distraen de la aflicción.

Mi amigo está convencido de que los problemas actuales sólo se resolverían con una revolución... aunque él mismo confiesa que eso de las revoluciones le da demasiada pereza y que, cuando llega a casa después de un día de trabajo, la única revolución que le apetece hacer es la que monta en la cocina para imitar a Carlos Arguiñano.

Qué le vamos a hacer! La rebeldía solía ser cosa de adolescentes y los de ahora ya no se rebelan. Salvo cuando se les quita el Whatsapp.







Copyright Luisa Fernández Baladrón
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