Thursday 12 March 2015

EL AROMA DE LA VICTORIA

Tengo una amiga que trabaja en régimen de sustitución como profesora de inglés de eso que llaman ahora la E.ducación S.ecundaria O.bligatoria. Cada día me cuenta una historia diferente sobre sus discípulos quinceañeros. Mi amiga, castellana y sencilla como la meseta, no se corta un pelo en propinar golpes de izquierda, como diría un paisano.

Hace dos días, los colegiales decidieron recibirla con el aroma exquisito de la victoria. Para ello adquirieron unas cuantas bombas fétidas en un todo a cien. En cuanto la maestra entró en el aula notó el tufo de la broma pesada.

La castellana decidió dar a los muchachos una lección mucho mejor que las de Thomson & Martinet. Señalando a las ventanas, ordeno que se cerrasen todas inmediatamente y que se bajasen asimismo las persianas. Los alumnos, sorprendidos por la reacción de la docente, comentaban lo mal que olía aquello.

-          Sí – contestó – yo también tengo pituitaria.

La educadora llamó al bedel, a quien pidió que cerrase con llave la puerta de la clase. Dicho y hecho. El ujier cerro la puerta, no sin antes haber permitido a nuestra insigne profesora abandonar la sala de clase. Apoyada en la puerta del aula desde el lado externo, escuchó divertida las náuseas de sus alumnos. Y disfrutó con alegría de un aroma de victoria muy distinto al que habían planeado los estudiantes.

Quince minutos y cientos de carcajadas más tarde, la profesora pidió al bedel que abriese la puerta... y se llevó a los alumnos a una improvisada clase en el patio.

Algo me dice que los chicos no volverán a jugar con las fragancias.

Añado mi foto para el “throw back Thursday”. Madrid, octubre 2000.








Copyright Luisa Fernández Baladrón
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