Hace dos días, los colegiales decidieron recibirla con el aroma exquisito de la victoria. Para ello
adquirieron unas cuantas bombas fétidas en un todo a cien. En cuanto la maestra
entró en el aula notó el tufo de la broma pesada.
La castellana decidió dar a los muchachos
una lección mucho mejor que las de Thomson & Martinet. Señalando a las
ventanas, ordeno que se cerrasen todas inmediatamente y que se bajasen asimismo
las persianas. Los alumnos, sorprendidos por la reacción de la docente,
comentaban lo mal que olía aquello.
-
Sí – contestó – yo también tengo pituitaria.
La educadora llamó al bedel, a quien pidió
que cerrase con llave la puerta de la clase. Dicho y hecho. El ujier cerro la
puerta, no sin antes haber permitido a nuestra insigne profesora abandonar la
sala de clase. Apoyada en la puerta del aula desde el lado externo, escuchó
divertida las náuseas de sus alumnos. Y disfrutó con alegría de un aroma de
victoria muy distinto al que habían planeado los estudiantes.
Quince minutos y cientos de carcajadas más
tarde, la profesora pidió al bedel que abriese la puerta... y se llevó a los
alumnos a una improvisada clase en el patio.
Algo me dice que los chicos no volverán a
jugar con las fragancias.
Añado mi foto para el “throw back Thursday”. Madrid, octubre 2000.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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