Monday 16 March 2015

LOS CENTÍMETROS QUE TE FALTAN

Una amiga que conocí en Frankfurt me contó que a los nueve años fue a recoger maíz con los niños de su clase, poco antes de empezar el curso escolar. Para poder trabajar, los niños necesitaban una autorización: un cartón que reconocía su aptitud para ayudar en el campo. Todos hicieron cola delante de la finca y fueron pasando uno a uno. Pero, cuando le llegó el turno a ella, el dueño de la finca la rechazó. Al parecer, era demasiado baja para poder llegar a las plantas.

Se fue a casa llorando a su casa y esa noche no pudo dormir. Pero su intranquilidad le hizo cavilar. Al día siguiente volvió a la hacienda con las botas medio llenas de papeles.

-          El hombre me miró con una cara! Había crecido de un día para otro.

El trabajo, claro, vino después. Y para hacerlo tuvo que quitarse las alzas de papel. “Fue duro. Tenía que doblar el tallo ligeramente, con cuidado de no romperlo”.

Sea como fuere, cobró su dinero.

Yo también he tenido que ponerme hoy los zancos. Hay jornadas que desbordan. Mañana será otro día.






Copyright Luisa Fernández Baladrón
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