Se fue a casa llorando a su casa y esa noche no pudo dormir. Pero su
intranquilidad le hizo cavilar. Al día siguiente volvió a la hacienda con las
botas medio llenas de papeles.
-
El
hombre me miró con una cara! Había crecido de un día para otro.
El trabajo, claro, vino después. Y para hacerlo tuvo que quitarse las alzas
de papel. “Fue duro. Tenía que doblar el tallo ligeramente, con cuidado de no
romperlo”.
Sea como fuere, cobró su dinero.
Yo también he tenido que ponerme hoy los zancos. Hay jornadas que desbordan.
Mañana será otro día.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
Usted
puede utilizar este enlace en su página, reenviar este texto o
distribuir el documento completo de forma GRATUITA y SIN MODIFICARLO. No
puede modificar, extraer o copiar este texto sin la autorización de su
autor
No comments:
Post a Comment