Detalles como éstos obsesionan a mis nuevos compañeros de trabajo, quienes confiesan dejarse auténticas fortunas en cremas hidratantes y tratamientos rejuvenecedores. A mí, personalmente, me encanta la suavidad de las fundas estiradas y de los jerseys usados.
El caso es que, no sé si por estos reencuentros o por simple cambio interior, he sentido la necesidad de empezar a vivir sola. Sí, ya sabes: de dejar el sistema de piso compartido que he venido siguiendo hasta ahora, sistema al que debo muchos buenos ratos y un buen número de amigos (sin contar con el alemán, el inglés o el francés que he podido practicar con algunos de ellos, tanto aquí como en Berna, Frankfurt, Hamburgo, Londres, Estrasburgo o Viena).
Ayer por la tarde vi el que será mi primer piso “de Rodríguez” a partir del mes de noviembre. Cerca de las Avenidas, esquina Manacor. Una pequeña mini-terraza, a la que da el comedor-cocina; dos pequeñas habitaciones y un baño recién renovados, en un piso de techos altos mezclados con alicatados modernos y ventanas de climalit. He salido entusiasmada con mi nuevo proyecto, pensando en cómo traer mis libros de Galicia; reviviendo la sensación de haber votado por primera vez, o la de haber entrado en el cine para mayores de dieciocho.
Y hoy, al mediodía, he comenzado el segundo curso de piragüismo. Con algunos compañeros del curso anterior y algunos veteranos; aprendiendo maniobras más complejas; empleando la cadera y la cintura para acompañar los movimientos. Nacho ha rodeado su kajak de dibujos a tiza: en amarillo los más simples; en rosa los más complejos.
- Si quieres ir a estribor, levantas el estribor del kajak con la cadera y paleas por babor de popa a proa.
Lo ha repetido un par de veces antes de que saliésemos del puerto a practicar las nuevas maniobras. Esta vez al mediodía, con ese sol que gusta tanto a Coppertone. Paleando en círculo; imaginando situaciones y cambiando el rumbo de vez en cuando. Proa a la ola. Popa a la ola. Sintiéndose importante en cada cambio de rumbo. Manejando con el cuerpo la dirección de la piragua.
Hemos saltado del kajak y lo hemos remolcado desde la popa, nadando hacia la orilla, enfocando la mirada en la playa. Y, ya en la costa, he observado esa canoa de plástico sobre la arena y la he vuelto a meter en el mar. Y me he sentido capitán.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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