Wednesday 10 September 2014

LA MAYORIA DE EDAD

Termina una quincena de cambios. Al principio del nuevo trabajo se han unido nuevos proyectos, nuevos pasatiempos y el reencuentro con amigos a los que no había visto desde hacía cinco años. Alguno de ellos sorprendido p...or el cambio sufrido desde la última vez. Me ha recordado a la reacción del maestro Sho después de veinticinco años de no haberme visto. Al principio ni me reconocía. Cuando le dije quién era se le quedó cara de auto con las luces largas puestas. Los rasgos son los mismos, pero la funda ha cambiado, como si la hubiesen metido muchas veces en el tambor de la lavadora.

Detalles como éstos obsesionan a mis nuevos compañeros de trabajo, quienes confiesan dejarse auténticas fortunas en cremas hidratantes y tratamientos rejuvenecedores. A mí, personalmente, me encanta la suavidad de las fundas estiradas y de los jerseys usados.

El caso es que, no sé si por estos reencuentros o por simple cambio interior, he sentido la necesidad de empezar a vivir sola. Sí, ya sabes: de dejar el sistema de piso compartido que he venido siguiendo hasta ahora, sistema al que debo muchos buenos ratos y un buen número de amigos (sin contar con el alemán, el inglés o el francés que he podido practicar con algunos de ellos, tanto aquí como en Berna, Frankfurt, Hamburgo, Londres, Estrasburgo o Viena).

Ayer por la tarde vi el que será mi primer piso “de Rodríguez” a partir del mes de noviembre. Cerca de las Avenidas, esquina Manacor. Una pequeña mini-terraza, a la que da el comedor-cocina; dos pequeñas habitaciones y un baño recién renovados, en un piso de techos altos mezclados con alicatados modernos y ventanas de climalit. He salido entusiasmada con mi nuevo proyecto, pensando en cómo traer mis libros de Galicia; reviviendo la sensación de haber votado por primera vez, o la de haber entrado en el cine para mayores de dieciocho.

Y hoy, al mediodía, he comenzado el segundo curso de piragüismo. Con algunos compañeros del curso anterior y algunos veteranos; aprendiendo maniobras más complejas; empleando la cadera y la cintura para acompañar los movimientos. Nacho ha rodeado su kajak de dibujos a tiza: en amarillo los más simples; en rosa los más complejos.

- Si quieres ir a estribor, levantas el estribor del kajak con la cadera y paleas por babor de popa a proa.

Lo ha repetido un par de veces antes de que saliésemos del puerto a practicar las nuevas maniobras. Esta vez al mediodía, con ese sol que gusta tanto a Coppertone. Paleando en círculo; imaginando situaciones y cambiando el rumbo de vez en cuando. Proa a la ola. Popa a la ola. Sintiéndose importante en cada cambio de rumbo. Manejando con el cuerpo la dirección de la piragua.

Hemos saltado del kajak y lo hemos remolcado desde la popa, nadando hacia la orilla, enfocando la mirada en la playa. Y, ya en la costa, he observado esa canoa de plástico sobre la arena y la he vuelto a meter en el mar. Y me he sentido capitán.






 
 
 
Copyright Luisa Fernández Baladrón

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