A los niños les
aburre repetir palabras. Así que, cuando hay una difícil, la
transformamos en contraseña para la clase siguiente. Les apunto a
los ojos con la luz de la linterna que lleva incorporada mi bolígrafo
(regalo del Sr. Meyer durante la época “Es Fangar”) y les digo:
“contraseña para el próximo día”. A continuación, la palabra
más larga que se me ocurra en ese momento: hot-air balloon,
rollerskating, fire engine.
A los niños les
encanta. Tanto, que ahora les hago aprender hasta frases completas,
tipo “I like oranges”, “fruit is healthy” o “apples are
crunchy”. La actual es “a letter to Santa”, ya que el martes
hemos prometido escribir a la regordeta versión de San Nicolás de
Bari que se sacó de la manga cierto refresco de cola.
El ambientillo me
ha llevado a escribir mi propia carta. No una de esas tipo Miss
Universo (pido por la passs mundiaaaal) sino una lista infantil de
peticiones que deje seco el pozo de los deseos. Yo quiero ésto, y
ésto, y ésto, y ésto, y ésto, y ésto...
Es un placer
disponer de los fondos del Banco Europeo en época de bonanza, aunque
sólo sea en la carta a papá Noel. Puestos a pedir, he encargado
hasta un helicóptero para ir de vez en cuando a la península.
Al fin y al cabo,
soñar es gratis. ¿Por qué no permitírnoslo de vez en cuando?
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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