Pero qué razón tenías Antonio Ontiveros! Fue hace unos días, a
propósito de la carta a Papá Noel:
“A nadie le amarga un dulce, pero cuando
te duele algo solo piensas en estar bueno.”
En la noche de la primera a la segunda Navidad
una infección de oídos me hizo recordar lo que es el dolor y para
que sirven las medicinas. En cuanto el farmacéutico puso los
medicamentos en mi mano me faltó tiempo para correr a casa a
engullir ración con la ansiedad del mayor adicto. Me quede dormida,
arropada en cienmil mantas y recuperando todo el sueño que había
perdido desde la noche.
Y al despertarme el dolor había pasado. Habría
besado los pies del que inventó los calmantes y hasta el inmundo
guardapolvo del primero que machacó la fórmula en un mortero.
Mi mayor agradecimiento a todos estos que dejan
sus horas y sus días en la búsqueda de un remedio frente a la
dolencia. La avaricia de los grandes laboratorios farmacéuticos
empaña con frecuencia su trabajo. Pero el negocio y la vocación
todavía son cosas diferentes.
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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