Desde el aciago día en que no preparé lo suficiente la clase de los
pequeños, me persigue el constante reproche de la dirección.
Primero fue el análisis en el aula; después un dictamen de folio y
medio; luego el comentario en voz alta de que nunca antes se habían
visto tantos aspectos negativos en un sólo profesor.
Ayer, cuando los niños aun no habían llegado y el ordenador estaba
ya abierto, llegó el cuarto. Oí una voz que venía del pasillo. Un
lento inglés con acento sin origen genuino, en el que tiemblan en
exceso las silbantes.
-
Iiiiiiii - crujió la puerta - Louiiiiiiiiiizzzzze! Tu también dazzzzz clases de alemán, ¿verdad?
Por un momento pensé que había decidido proponerme algo nuevo.
-
Ya. Porque, a vezzzzezzz confundezzzz los dos idiomazzz. Probablemente estás cansada... canzzzzaaaaadaaaa. ¿Ezzzztás dando muchas clases, verdad? Sí, sí, ya zzzze vé en tu cara. Tienes muuuuuy mal aspecto. Muuuuy mal aspecto. Deberrrríazzz rrrrrecapacitarrrrr. Sino, vas a afectar a tu zzzzalud.
-
Eres feeeeeaaaa. Eres feeeeeeaaaa. Estás cansaaaada. Cansaaaada. Dueeeerme, dueeeeermeee... Jaaaa, ja, ja, ja! Jaaaa, ja, ja, ja!
Tras aquella cara anciana zurcida por el bisturí
de un titubeante cirujano estético y aquellos brazos flácidos y
colgantes, testigo de la verdadera edad de su propietario, la voz
metálica del dios del dinero. Se acercó, caminando con un sonido
estridente de los que causan horror entre los niños.
-
Iiiiiiiiiii – Maaaal azzzpectooooo. Tienes mal aspeeeecto.
Lo veo acercarse e, instintivamente, doy pasos
hacia atrás, hasta quedar atrapada entre Piedniadze y la pared.
Horror, pavor, furor. No ha habido tiempo de ponerse a cubierto.
Sigue avanzando y ya no hay espacio hacia el que huir. Pienso en los
niños que ya entran en la escuela. Hay que prevenirlos; hay que
buscar la ayuda de otros que estén dispuestos a prestarla. El
corazón palpita a lo patata frita. El tiempo se acaba, pero aun
seguimos aquí, dispuestos a seguir luchando. No te acerques. Ni un
paso más.
Pero ya es demasiado tarde: Piedniadze ha dado el paso último y
definitivo en un anticipo de la noche de Halloweeen.
-Justiciero de la bicicletaaaa! Justiciero de la bicicletaaa!
Ayudanooooos, por favooooor!
Copyright Luisa Fernández Baladrón
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