Wednesday 27 January 2016

COCINA PARA EL ALMA




Los comienzos siempre han sido algo extraordinario. Por eso me gusta tanto el mes de septiembre, ya desde que era pequeña. Septiembre huele a libros de texto recién estrenados, al nuevo aula, al reencuentro con los compañeros. Es un mes que te entrega un cuaderno en blanco en el que puedes empezar a escribir: un inicio. 
 
Comenzar es motivante, pero también puede ser duro y exigente. Tras una semana de tensión, ayer, viernes, al salir del trabajo, me hacía falta una de esas bebidas que te dan alas. La oficina es un tentador lugar de trabajo, pero también puede ser una jungla a la que no todo el mundo sobrevive. 
 
Fue entonces cuando me acordé de un consejo de Dª Victoria Moreno, mi profesora de literatura:
  • Lo mejor contra la tristeza es un buen bocadillo de jamón.
Montada en la misma bicicleta con la que voy a trabajar por las mañanas, partí en busca de una Coca-Cola light y un cordon bleu con patatas y ensalada. Me tomé dos minutos para contemplar el plato cubierto por el cordon bleu, a su vez, semi cubierto por la guarnición. Para cuando terminé de comer ya se habían disipado todas mis preocupaciones. Es el poder de lo que entra en el estómago.
 
Con renovados ánimos, caminé con la bicicleta a un lado, escuchando la gaita de Susana Seivane, recordando tantas ocasiones en las que la comida ha sido nuestra excusa y nuestro punto de encuentro: aquella ocasión en la que mi amiga Christine Muhl me invitó a degustar una cena asiática preparada por ella y por Irisade en su piso de Frankfurt; las veces en que nos reuníamos en casa de Maite Bustamante, cuando estudiábamos Derecho; las veces en que nos hemos reunido en casa de Betina, por las noches, después del trabajo. Hay algo mágico en ese ritual de comer con y para los amigos; de reunirse en una cocina para organizar alguna celebración en la que, al final, siempre acaba por haber “demasiados” cocineros: conversando, discutiendo cualquier tema, picando de vez en cuando, arruinándose mútuamente los platos preparados (dos que echan sal; tres que no se ponen de acuerdo con la cantidad de jengibre). 
 
Y hay algo curativo en lo que comemos, cuando lo comemos con ganas, en confianza, entre amigos. Ahora entiendo por qué los romanos usaban la comida para invocar a los muertos. Hay caldos que resucitan difuntos.





Copyright Luisa Fernández Baladrón

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