Wednesday 27 January 2016

PALEANDO EN EL PORTIXOL



Ayer tuve la segunda clase en la federación. Esta vez con una piragüa cerrada. No era la primera vez en que me subía a una. Johannes había comprado dos en agosto de 2009 y, en su momento, fuimos unas cuantas veces a Colonia San Pere, a Cala Falcó, a Pollensa y a Malpás. Incluso, en una ocasión, nos acercamos a La Dragonera. Sólo que, cuando estaba empezando a dar la vuelta, los gritos de Johannes eran peores que los de Ramón:
-          Luisaaaa! Vuelveee! Si te pasa algo, ¿qué le voy a contar a tu madreeee?

El mar estaba bastante agitado, hay que decirlo. Y también que, cuando llegamos otra vez a la playa, la piragüa tenía agua hasta la mitad.
Cuando salimos del puerto ayer por la tarde había oleaje. No podría decirte cuánto en términos técnicos, aunque, si medimos las olas por palmos, fácilmente habrían tenido tres o cuatro. Con el monitor delante, subido en la Zodiac, uno tiene la sensación de seguridad. No obstante, él mismo se encargo de hacer hincapié en que había un riesgo y en la importancia de seguir ciertas pautas. Tras la clase teórica, estuvimos haciendo maniobras sencillas: vete hacia aquí o hacia allá... giro... atrás izquierda, etc.

A medida que Nacho nos iba comentando pautas de seguridad me iba dando cuenta de hasta qué punto había estado saliendo al mar desde hace tiempo estilo “Caperucita” (tra-la-lá). Cuando se ignora el peligro no se tiene miedo.... pero pueden producirse accidentes.

Nos acercamos hasta una cala y volvimos, con el monitor dando instrucciones desde la Zodiac:

-        -   Lejos de los bañistas y de los pescadores!
Alguno se acercó a nosotros a propósito para preguntarnos a gritos “dónde se podía alquilar una”. Una señora nos preguntó si había cursos para niños.

Y, al volver, con las olas de popa, el Portixol de frente, corrigiendo el trayecto cada dos o tres paladas, vimos caer el sol desde la piragüa. El agua brillante, el horizonte rojo, el mar tragándose al sol y el pensamiento centrado en palear fuerte y recto. El Portixol tiene un toque zen cuando se ve desde el mar.





Copyright Luisa Fernández Baladrón

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