Wednesday 27 January 2016

UNA TAZA DE TÉ


De pequeños estaba prohibido. Por aquél entonces los niños no tomaban excitantes. Eso incluía el té, el café y todos esos refrescos de cola. A los niños Fanta de naranja - luego llegaría la efímera Mirinda-. El té, ni olerlo.

Eso sí, en verano llegaba tía Laura y, con ella, el té, las rosquillas de café con leche y los caramelos de La Violeta. Se preparaba una taza enorme y nos daba un poquito a cada uno, sirviéndolo en nuestras tazas desde la suya. Aun en pijama, nos subíamos a una banqueta para alcanzar un pocillo transparente. Y salíamos disimuladamente con el té en la mano.



Hoy ha sido un día lluvioso; de esos fríos y molestos tan típicos del norte. Al ver el chaparrón he preferido el metro a la bicicleta para poder llevar un paraguas. Aun así, cuando volví a casa caía la lluvia a través de mis tacones. Y es entonces cuando, con esa sensación de cuerpo entumecido por el frío, vino la ducha caliente, la toalla grande y el pantalón de franela, la mantita, el cuello enfundado en un chal y el olor de la colonia.



Cogí la taza con las dos manos, caldeando la cara con el olor a frambuesa. Y me senté en mi silla favorita, escuchando a RY X y disfrutando, una vez más, de la tregua de la casa. Que entre el martes a golpe de brebaje.







Copyright Luisa Fernández Baladrón
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